Jorge Javier Vázquez es otra persona desde que dejó el alcohol, y eso es algo que él no hubiese imaginado nunca. Lo cuenta este miércoles en su blog, donde hace balance de cuánto ha cambiado su vida desde que no bebe, así como denuncia a quienes banalizan este tipo de decisiones. «Vivo mucho mejor sin alcohol. No me gustaría volver a lo de antes: resacas, estados de ánimo cambiantes, energías bajas. He bebido mucho durante muchos años de mi vida. Para evadirme, para salir por la noche, para no pensar. Por no estar conforme con mi trabajo. Con mi realidad. Conmigo mismo», ha avanzado el presentador.

El que fuera conductor de extinto Sálvame asegura en Lecturas que hace unos años «no concebía una vida sin alcohol», pues, aunque se proponía «beber menos», «no lo conseguía», lo que le introducía en una espiral de culpa «poderosa y destructiva». «Lo que debería convertirse en placer, al día siguiente se convierte en tortura», comenta. No olvida, de hecho, aquellos tiempos en los que circulaban sus fotografías de fiesta en fiesta. «¿Me habrán grabado?, ¿me habrán hecho fotografías?, ¿me chantajearán?». Este tipo de preguntas resonaban en su cabeza.

«Sí que me gustaría escribir sobre cómo es mi vida sin beber alcohol. A lo mejor le puede servir a alguna persona que me lea. Quizás a alguien que le hayan recomendado dejar de beber y que piense que no va a ser capaz porque el mundo se convertirá en un lugar mucho menos atractivo. Conozco esa sensación. Cuando mi psicóloga me dijo que tenía que dejar de lado el alcohol me resistí muchísimo. Fue en vano. Pese a que intenté negociar no dio su brazo a torcer: abstinencia total», afirma.

El comunicador apunta que en este tiempo ha descubierto «emociones y sentimientos» que estaban «dormidos o anestesiados» y que ahora sabe que «no hace falta beber para sentirse bien», «para vivir momentos de euforia» o «felicidad». Aunque dejar de beber implique «enfrentarse a pelo a momentos tristes» y «de infelicidad», esto lleva a aceptar los «estados de ánimo», sin evadirlos. Lamenta, eso sí, que haya quienes resten importancia a esta filosofía.

La importancia de respetar a quien no quiere beber

«No es fácil no beber. Hay veces que llegas a una cena y cuando dices que no quieres una copa de vino siempre hay alguien que suelta lo de ‘venga, va, solo una’. Y te contienes pero te dan ganas de contarle que no solo te tomarías una sino media docena y que bastante te cuesta no aceptarla como para que venga un brasas a recordarte que ya no bebes porque no lo controlas», escribe. Y apunta: «No aceptar que alguien no bebe me parece una de las mayores muestras de mala educación, egoísmo y escasa empatía».

«Si supieran la incomodidad que producen aquellos que pronuncian la frase ‘venga, va, que solo es una’ jamás la volverían a pronunciar. Cuando alguien dice ‘no’ a una copa no insistáis. Estoy muy contento de llevar una vida sin alcohol. Lo escribo pensando en todos aquellos que piensan que no es posible una existencia plena sin el correspondiente copazo. Nunca antes me había sentido tan cómodo conmigo mismo. He aprendido a relativizar porque por fin estoy empezando a descubrir lo esencial. No beber conlleva también algo importantísimo: dejar de hacerte daño», afirma el catalán, que ahora vive «sin miedo». Aprecia mejor el tiempo, lo que llama «un superpoder».